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lunes, 16 de diciembre de 2024

Sin Dios

      No soy creyente. Pero entiendo que el hombre, tras la muerte de Dios, se ha endiosado a sí mismo, se ha creído muy importante, muy poderoso. 
        No hay nadie arriba que te ordene, no hay nada en el mundo que no entiendas, tu inteligencia es la medida del mundo y de las cosas.
        Las conquistas científicas, médicas, tecnológicas, nos han llenado de orgullo y de vanidad.
    Necesitamos una cura de humildad, que nos haga ver que no lo sabemos todo, que el mundo y la vida van mucho más allá que nuestro intelecto. Que aunque no exista Dios, existen fuerzas y poderes en el Universo que nos ordenan, que nos empujan, aun sin comprenderlos. No existe Dios, pero en su lugar, nos domina el Universo, la vida, la pertenencia a la humanidad. Somos seres vivos y como tales respiramos el mismo oxígeno, nos alimentamos de la misma tierra y de la misma luz. Estamos atados al suelo por la misma fuerza de gravedad. Todos descendemos de la misma bacteria, por tanto, todos estamos emparentados.
    Tenemos que reconocer que, a pesar de nuestra inteligencia, valentía, creatividad, no somos todopoderosos, ni omniscientes; y que somos frágiles, vulnerables.
      Dios no existe, pero nosotros tenemos que ser y comportarnos como si existiera: conociendo y reconociendo nuestras limitaciones.

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        Jesús de Nazaret no era Dios, pero era un hombre extraordinario. No fundó ninguna religión ni ninguna iglesia porque toda iglesia excluye a los que no pertenecen a la misma y Jesús era profundamente inclusivo.  Su enseñanza era tan potente, que aún no hemos sabido ponerla en práctica al completo. No creía en un Dios que nos juzga, que nos castiga. En un Dios vengativo. Afirmó que ellos, los judíos, no eran el pueblo elegido por dios, sino que todos los hombres éramos iguales. Por ello predicó el amor al prójimo, el amor a los desconocidos, fueran de la nación que fueran o de la raza que fueran. El amor más allá de nuestros familiares, de nuestra tribu, de nuestra nación, de nuestra raza. Superar nuestra cotidianidad e ir más allá. El más allá está aquí en la Tierra.

Cádiz, 17 de noviembre de 2.024

© José Manuel Cumplido Galván

domingo, 28 de julio de 2024

En tierra extraña

    Acabo de leer un libro de Manuel Vicent que se titula “Retrato de una mujer moderna”

    La primera escena cuenta cómo una joven española, segura, confiada, resuelta, anda por las calles de Manhattan el día de Nochebuena y se encamina a una farmacia para que le vendan, previa receta pagada a precio de oro, en plena ley seca, una botella de vino español. Ha invitado a cenar, en una noche tan familiar, tan emotiva, tan íntima, a unos cuantos compatriotas que ha conocido y que viven también en Nueva York.

    La chica es Concha Piquer y la escena está contenida en la letra de una copla suya titulada “En tierra extraña “ compuesta por el Maestro Penella.

    He sentido curiosidad y he querido escuchar la canción.    

    Me he ido a Spotify y la he seleccionado.


“El vino de nuestra tierra

Bebimos en tierra extraña

Qué bien que sabe ese vino

Cuando se bebe lejos de España"


    La genialidad de Manuel Penella al incorporar en la última estrofa de la canción la gloriosa melodía de un pasodoble bastante más antiguo compuesto en 1.902 por el maestro Antonio Álvarez Alonso, “Suspiros de España”, como voz cantante y la hermosa voz de Concha Piquer haciéndole un delicado contrapunto, junto con la belleza de la letra, me ha emocionado, lo confieso. Y se me ha saltado también a mí una lágrima que ha rodado por mi mejilla derecha, a mí que nunca lloro. La nostalgia de estar lejos de tu tierra y de tu gente, de tu lengua, te llega hasta el tuétano. He pensado en mi hijo mayor, que lo tengo en el norte de Alemania y que lleva Cádiz en su corazón.

    Pienso también en mi madre. Yo conozco las coplas de Concha Piquer de escuchárselas cantar a ella. Decía que era la mejor. La escuchaba en la vieja radio de casa y sabía de memoria todas las letras, y las cantaba mientras cocinaba, o lavaba la ropa o la tendía en la azotea. Afinaba mucho la melodía y yo creo que hasta imitaba su inigualable voz.

    Que me perdonen mis coetáneos, pero confieso que me gusta mucho y me emociona.

    En mi juventud no podía gustarte esa música anticuada . Es más, la despreciabas. Te tenía que gustar, y realmente me gustaba, la música moderna, la música en inglés que estaba de moda. No entendías la letra pero decían que ese idioma poseía mucha musicalidad: los Beatles, Pink Floyd, Dire Straits. Lo escuchabas en estéreo en un equipo de música con su plato, su pletina, su amplificador, su ecualizador y sus columnas. No como mi madre escuchaba a la Piquer, en mono y por la radio. Concha Piquer era la reina de la radio en español.

    Sí, está música me ha hecho viajar en el espacio y en el tiempo, para reunirnos en un encuentro felicísimo mi hijo mi madre y yo, en un dulce lugar de belleza y ausencia. 

    Y la melodía me viene a la cabeza una y otra vez, y otra vez: esta melodía poderosa se ha apoderado de mí.


Cádiz, 22 de noviembre de 2024


@ José Manuel Cumplido Galván

Luces (Microrelato)


    Nuestro alumbramiento fue prematuro y sólo yo sobreviví. Recuerdo aún la primera sensación luminosa: una luz blanca a intensísima que me cegaba. Nos metieron en la incubadora, pero los doctores olvidaron ponerme la protección ocular, así que el oxígeno quemó mis ojos. No conocí el color ni la forma: pasé del blanco al negro, de la luz deslumbrante a la oscuridad absoluta.

    Sé que antes de ese trueno que ruge y retumba dentro de mi pecho, llega un relámpago blanco que preludia la tormenta. Pero para mi no hay aviso, todo es súbito.

   Igual ocurre en el hospital donde me encuentro: primero el fogonazo lejano que yo no percibo, después un zumbido criminal que atraviese el cielo, y por último una gran explosión que llena todo de polvo y chillidos, de olor a pólvora, a sangre y a carne quemada. Soy el último en enterarse de lo que se nos viene encima.

    Niñas, mujeres, enfermos, nadie escapa al odio del genocida.

    Y yo, en mi ceguera, ajeno a la luz, a ese puntito rojo que anuncia una bala, soy un blanco perfecto para los francotiradores que ponen el hospital en su punto de mira.

    ¡Que Alá me proteja!

Cádiz, 28 de julio de 2024


© José Manuel Cumplido Galván

Hágase la luz


 

A María Jesús Rodríguez Barberá

 

El alumbramiento mío y de mi hermano fue prematuro. Él no consiguió sobrevivir. Yo recuerdo aún la primera sensación luminosa: una luz blanca a intensísima que me cegaba. Me metieron en la incubadora, pero a los doctores se les olvidó ponerme la protección ocular, así que el oxígeno quemó mis ojos. No conocí el color ni la forma: pasé del blanco al negro, de la luz deslumbrante a la oscuridad absoluta.

Me han dicho que antes de ese trueno que ruge y retumba dentro de mi pecho, asustándome y sobrecogiéndome, llega un relámpago blanco que preludia la tormenta. Para mi no hay aviso, todo es súbito.

Igual ocurre aquí en el hospital donde me encuentro: primero el fogonazo blanco y lejano que yo no percibo, después llega un zumbido criminal que atraviese el cielo, y por último una gran explosión que llena todo de polvo y chillidos, de olor a pólvora, a sangre y a carne quemada. Yo soy el último en enterarse de lo que se nos viene encima.

Niñas, mujeres, enfermos, nadie escapa al odio del genocida. 

Y yo, en mi ceguera, ajeno a la luz, a ese puntito rojo que anuncia una bala, soy un blanco perfecto para los francotiradores que ponen el hospital en su punto de mira.

¡Que Alá me proteja!

 

Cádiz, 15 de diciembre de 2023

 

© José Manuel Cumplido Galván

sábado, 9 de marzo de 2024

No hay bienestar sin paz

Caminábamos por las calles de Belén. Mis amigos y yo habíamos cogido el autobús en Jerusalén y nos ha dejado junto al Muro de la Vergüenza. Tras pasar el control de pasaportes y atravesar los interminables pasillos, hemos salido al otro lado. Vengo acompañado por mi esposa y por otros dos matrimonios que suelen viajar con nosotros. En la Agencia de viajes nos aconsejaron que no viniéramos dadas las circunstancias actuales, pero para mí era imprescindible poder estar en el lugar donde los cristianos creen que nació Jesús de Nazaret antes de que sea demasiado tarde


Tomamos la carretera de Hebrón. Pasamos por la tumba de Raquel, y después por la calle de los Niños. Apenas encontramos puestos ambulantes. Sólo muy pocos que vendían frutas o pescado.

Vimos la Capilla de la Gruta de la Leche y por fin llegamos a la plaza del Pesebre y a la Basílica de la Natividad, exhaustos tras subir la empinada cuesta.

 

No había colas y pudimos pasar sin demora. Agachados atravesamos la pequeña Puerta de la Humildad que conducía al interior, y nos sobrecogió su belleza, comparada con la rusticidad del exterior. Seguimos el camino que marca la magnífica columnata dórica hasta llegar al altar mayor y, por fin, bajamos a la gruta del pesebre. Pude tocar la estrella de plata de catorce puntas que señala el lugar del suelo donde, al parecer, una judía, María la Virgen, parió a Jesús, el que predicó el amor y la paz. No sé si el lugar será exacto pero lo cierto es que salimos de allí inundados de bienestar espiritual, de felicidad.

 

Abandonamos la Iglesia y seguimos andando durante media hora hacia el este, por la calle del Pesebre, y después por la calle Arafat, hasta llegar al Campo de los Pastores, a las afueras, donde, según los creyentes, se produjo la anunciación por los ángeles a unos pastores del nacimiento del Mesías.

 

Desde aquel lugar lo hemos presenciado todo. Catorce misiles han caído sucesivamente sobre el centro de Belén destruyéndolo todo. Nos hemos tirado a tierra tapándonos la cabeza y los oídos para protegernos del terrorífico ruido. Ahora, otra vez de pie, miramos hacia el centro de la ciudad y no queda nada, solo una inmensa columna de humo negro, y lejanos gritos y quejidos de hombres, mujeres y niños.

         

Creo que Israel ha terminado la limpieza étnica en la Franja de Gaza, y ahora le toca a Cisjordania. Lo que no había imaginado es que no respetarían el lugar de nacimiento del Rey David.

 

¡A ver cómo salimos de aquí! ¡Que Jesús nos proteja!

 

Cádiz, 9 de marzo de 2024

 

© José Manuel Cumplido Galván

sábado, 2 de marzo de 2024

El bienestar de los otros

No es posible tu bienestar sin el bienestar de los demás.


No hay bienestar si se es consciente de la realidad. Si sabes que hay gente que está muriendo ahora mismo. Si está siendo bombardeada en Gaza o en Ucrania. Si está pasando hambre y frío. Si hay tantos niños llorando. 

 

Gozas con la gastronomía hasta que caes en la cuenta del animal que te comes. Lo que eran sus músculos, y como queda su esqueleto. Esa ave que, anteayer, corría, saltaba, picoteaba el pienso y se apretujaba con sus hermanos y sus primos.

 

Es imposible ser feliz cuando sabes que vas a morir, si entiendes que tu mujer acaba de parir a un ser mortal.

 

No. No es posible el bienestar sin narcosis. Sin sustancias legales o prohibidas, sin alcohol, o sin fármacos: a veces no basta con las endorfinas, o la serotonina aunque es cierto que la idealización de lo real que te proporciona la testosterona o los estrógenos te hacen la vida más agradable.

 

La consciencia de la realidad impide la felicidad. Necesitas engañarte. O al menos olvidarte a base de espectáculo: novelas, música, poemas, cine, teatro, fútbol, circo, pintura. Y en cualquier caso, siempre puedes intentar guarecerte en la contemplación de la belleza; o saludar a tus vecinas al salir a la calle. 


Cádiz, 2 de marzo de 2024


© José Manuel Cumplido Galván

 

Transparencia

No me gusta conducir. El coche es un artilugio hostil, ruidoso, agresivo, peligroso, contaminante. Es un monstruo con dos ojos en su cara y un anagrama en la nariz. Cuatro patas rodantes y un trasero por donde expulsa el material de desecho.

 

Me dan miedo, pero he descubierto la forma de convivir con ellos: mirar adentro. Porque esa imagen externa no es real. Si miras dentro ves a una chica joven y risueña, a un señor con gafas y cara bonachona, o un anciano acompañado de su esposa que circula con extremo cuidado; a una joven pareja con su hijo detrás en la sillita de seguridad.


Si te fijas bien, solo ves humanos viviendo. Y son agradables y simpáticos: están, como tú, intentando circular lo mejor posible.

 

Fabricantes de automóviles: por favor, abandonad el uso de cristales tintados. Transparentes por favor. ¡Que podamos percibir la humanidad que habita dentro! A nosotros corresponde mantener limpias las ventanillas.

 

No te quedes en la superficie, profundiza, penetra dentro, donde se encuentra lo que vive: esa es la realidad, lo otro son apariencias.

 

 ¡Buen viaje!


Cádiz, 17 de octubre de 2023


© José Manuel Cumplido Galván