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sábado, 9 de marzo de 2024

No hay bienestar sin paz

Caminábamos por las calles de Belén. Mis amigos y yo habíamos cogido el autobús en Jerusalén y nos ha dejado junto al Muro de la Vergüenza. Tras pasar el control de pasaportes y atravesar los interminables pasillos, hemos salido al otro lado. Vengo acompañado por mi esposa y por otros dos matrimonios que suelen viajar con nosotros. En la Agencia de viajes nos aconsejaron que no viniéramos dadas las circunstancias actuales, pero para mí era imprescindible poder estar en el lugar donde los cristianos creen que nació Jesús de Nazaret antes de que sea demasiado tarde


Tomamos la carretera de Hebrón. Pasamos por la tumba de Raquel, y después por la calle de los Niños. Apenas encontramos puestos ambulantes. Sólo muy pocos que vendían frutas o pescado.

Vimos la Capilla de la Gruta de la Leche y por fin llegamos a la plaza del Pesebre y a la Basílica de la Natividad, exhaustos tras subir la empinada cuesta.

 

No había colas y pudimos pasar sin demora. Agachados atravesamos la pequeña Puerta de la Humildad que conducía al interior, y nos sobrecogió su belleza, comparada con la rusticidad del exterior. Seguimos el camino que marca la magnífica columnata dórica hasta llegar al altar mayor y, por fin, bajamos a la gruta del pesebre. Pude tocar la estrella de plata de catorce puntas que señala el lugar del suelo donde, al parecer, una judía, María la Virgen, parió a Jesús, el que predicó el amor y la paz. No sé si el lugar será exacto pero lo cierto es que salimos de allí inundados de bienestar espiritual, de felicidad.

 

Abandonamos la Iglesia y seguimos andando durante media hora hacia el este, por la calle del Pesebre, y después por la calle Arafat, hasta llegar al Campo de los Pastores, a las afueras, donde, según los creyentes, se produjo la anunciación por los ángeles a unos pastores del nacimiento del Mesías.

 

Desde aquel lugar lo hemos presenciado todo. Catorce misiles han caído sucesivamente sobre el centro de Belén destruyéndolo todo. Nos hemos tirado a tierra tapándonos la cabeza y los oídos para protegernos del terrorífico ruido. Ahora, otra vez de pie, miramos hacia el centro de la ciudad y no queda nada, solo una inmensa columna de humo negro, y lejanos gritos y quejidos de hombres, mujeres y niños.

         

Creo que Israel ha terminado la limpieza étnica en la Franja de Gaza, y ahora le toca a Cisjordania. Lo que no había imaginado es que no respetarían el lugar de nacimiento del Rey David.

 

¡A ver cómo salimos de aquí! ¡Que Jesús nos proteja!

 

Cádiz, 9 de marzo de 2024

 

© José Manuel Cumplido Galván

sábado, 2 de marzo de 2024

El bienestar de los otros

No es posible tu bienestar sin el bienestar de los demás.


No hay bienestar si se es consciente de la realidad. Si sabes que hay gente que está muriendo ahora mismo. Si está siendo bombardeada en Gaza o en Ucrania. Si está pasando hambre y frío. Si hay tantos niños llorando. 

 

Gozas con la gastronomía hasta que caes en la cuenta del animal que te comes. Lo que eran sus músculos, y como queda su esqueleto. Esa ave que, anteayer, corría, saltaba, picoteaba el pienso y se apretujaba con sus hermanos y sus primos.

 

Es imposible ser feliz cuando sabes que vas a morir, si entiendes que tu mujer acaba de parir a un ser mortal.

 

No. No es posible el bienestar sin narcosis. Sin sustancias legales o prohibidas, sin alcohol, o sin fármacos: a veces no basta con las endorfinas, o la serotonina aunque es cierto que la idealización de lo real que te proporciona la testosterona o los estrógenos te hacen la vida más agradable.

 

La consciencia de la realidad impide la felicidad. Necesitas engañarte. O al menos olvidarte a base de espectáculo: novelas, música, poemas, cine, teatro, fútbol, circo, pintura. Y en cualquier caso, siempre puedes intentar guarecerte en la contemplación de la belleza; o saludar a tus vecinas al salir a la calle. 


Cádiz, 2 de marzo de 2024


© José Manuel Cumplido Galván

 

Transparencia

No me gusta conducir. El coche es un artilugio hostil, ruidoso, agresivo, peligroso, contaminante. Es un monstruo con dos ojos en su cara y un anagrama en la nariz. Cuatro patas rodantes y su trasero por donde expulsa el material de desecho.

 

Me dan miedo, pero he descubierto la forma de convivir con ellos: mirar adentro. Porque esa imagen externa no es real. Si miras dentro ves a una chica joven y risueña, a un señor con gafas y cara bonachona, o un anciano acompañado de su esposa que circula con extremo cuidado; a una joven pareja con su hijo detrás en la sillita de seguridad.


Si te fijas bien, solo ves humanos viviendo. Y son agradables y simpáticos: están, como tú, intentando circular lo mejor posible.

 

Fabricantes de automóviles: por favor, abandonad el uso de cristales tintados. Transparentes por favor. ¡Que podamos percibir la humanidad que habita dentro! A nosotros corresponde mantener limpias las ventanillas.

 

No te quedes en la superficie, profundiza, penetra dentro, donde se encuentra lo que vive: esa es la realidad, lo otro son apariencias.

 

 ¡Buen viaje!


Cádiz, 17 de octubre de 2023


© José Manuel Cumplido Galván

lunes, 18 de septiembre de 2023

Ama a los desconocidos

A menudo, cuando salgo a pasear, voy mirando las caras de los desconocidos que pasan a mi vera. Los miro a los ojos y, a veces, sonrío. Algunos me devuelven la sonrisa. Tengo la sensación de que los conociera.  Deseo tocarlos, cogerles una mano y besársela.  En realidad, no hay diferencia con alguien conocido. ¿Qué importa que tú los conozcas o no? ¿Qué importancia tiene esa pequeña relación? ¿Esa insignificante historia, con sus fidelidades y sus traiciones, sus amores y sus odios, sus rencores y sus perdones, sus incertidumbres y sus miedos?  Siento el deseo de hablar con ellos. Me cruzo con una mujer que lleva una pierna escayolada y quiero preguntarle qué le ha ocurrido. A un hombre que va a encender un cigarrillo se lo quitaría de la boca y le aconsejaría que no fume más, que ese negocio ingente de las tabaqueras lo está matando. A una muchacha que me mira al cruzarse conmigo y me conmueve, le diría que es guapísima, que me encanta, que la quiero. Me causa pavor la vulnerabilidad de esa pareja que camina confiada con sus dos hijos pequeños, convencidos de que tienen capacidad para protegerlos. Me encuentro con saharauis, congoleños, egipcios, marroquíes, senegaleses, eritreos, ucranianos, rusos, griegos, croatas, polacos, indios, tailandeses, vietnamitas, chinos, tibetanos, palestinos, afganos, colombianos, ecuatorianos, uruguayos, australianos… Y los conozco a todos.


Esa fue la enseñanza fundamental de Jesús de Nazaret: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Ama a los desconocidos como a tus más allegados familiares y amigos. No hacen falta los mandamientos antiguos: Cuando seamos capaces de comprender que ese hombre que va junto a ti en el autobús es alguien igual que tú, con sus bondades y sus maldades, sus deseos y esperanzas, sus ilusiones y sus miedos, sus pequeñas mentiras y sus grandes verdades, el mundo empezará a ser un poco mejor para todos.


                                  * * * * * * * * *

 

De vez en cuando, al sacar a mi perrito, me encuentro con un vagabundo que anda por las proximidades de casa. Suele estar sentando en algún banco del pequeño parquecito que hay detrás de mi bloque. Lleva un alza en uno de sus zapatos para compensar su cojera (no me acuerdo de qué pie), la ropa y el pelo sucios, mal olor y la piel quemada por la intemperie. Acostumbra a leer un libro.  No exhibe su litro de cerveza: lo oculta dentro de una bolsa de plástico y no saca la botella ni cuando bebe. Alguna vez he tenido la tentación de acercarme, hablar con él y preguntarle qué le ha ocurrido para encontrarse así, solo y sin cobijo. Pero he sentido miedo y no lo he hecho. Ayer, por vez primera le di las buenas tardes al pasar por su lado: me devolvió el saludo y me pidió que le consiguiera un perro para cuidar de él; y para que le hiciera compañía.


                                   * * * * * * * * *

 

            Esta mañana he cogido el coche y lo he llevado al taller para que le cambien los dos neumáticos traseros. Me lo recomendó el mecánico que le ha realizado la revisión anual, y he querido cambiarlos antes de que mi hijo lo utilice para ir de viaje al Algarve con su novia. Temía que pudiera tener un reventón en la carretera. Al volver a casa a pie tras dejar mi vehículo, he tropezado con una baldosa que sobresalía de la acera y me he caído al suelo. No he podido aguantar el golpe y me he abierto una brecha profunda en la frente, junto a la ceja izquierda. Sangraba tan abundantemente que me he quitado la camiseta, la cual ha terminado empapada, y me la he puesto sobre la herida para taponarla. He venido andando solo al ambulatorio que está próximo a casa, con el temor de padecer un mareo. Nadie ha acudido a socorrerme. Nadie me ha preguntado si necesitaba ayuda. Nadie me ha acompañado.


Cádiz, 18 de septiembre de 2023


© José Manuel Cumplido Galván

miércoles, 12 de julio de 2023

Madres huecas

    Esta mañana, al salir de mi cuarto, vi que la puerta del suyo no estaba cerrada como de costumbre. El lavabo y los estantes del baño estaban libres de botes; pude andar desnuda por el piso.

    No tuve que cargar de agua ni de café la cafetera, ni tuve que subir el dispensador de café para que cupiera mi taza. En el fregadero no se encontraban ni su coctelera para hacer el batido de proteínas, ni el cuenco en el que bate los huevos para la tortilla de su merienda. Para el almuerzo he puesto sólo dos cubiertos en la mesa. Esta noche tenderé la ropa en los tendederos del patio sin miedo a perturbar su necesario descanso que le permite madrugar y preparar las oposiciones. Mañana, en el supermercado, no tendré que comprar copos de avena, yogur de proteínas ni arándanos. Cada gesto cotidiano, cada paso que he dado durante el día, me lo han recordado.

    Se ha ido a Madrid para dedicarse, en el ejército, a la defensa de nuestra patria. Patria digo, sí; ya está bien de que se apropien de esta bella palabra determinados grupos políticos. Cuanto más conozco la historia de España, más la amo. Puede que vuelva derrotado en esta batalla, pero estoy segura de que vencerá en la guerra.

    ¡Echo tanto de menos a mi hijo! Percibo constantemente el terrible vacío que ha dejado. El hueco helado en el cuerpo de su madre. ¡Ay!,  ¡cuántas madres huecas con hijas e hijos que nunca volvieron!



Cádiz, 4 de julio de 2023

© José Manuel Cumplido Galván

lunes, 5 de junio de 2023

El alma de mi perro

A Juan Emilio Ríos    

    Salgo de mi cuarto y veo en medio del salón un charquito. Pipo se ha orinado. No ha podido aguantar. No puede salir a la calle para hacerlo pero, así y todo, ha manchado lo menos posible. No ha llenado la pared, ni las patas de las sillas ni de la mesa, ni las enaguas de la mesa camilla, ni el sofá. 

    El otro día, estuvo toda la tarde queriéndonos decir algo. Nosotros decimos que está llorando: es como un gruñido muy suavecito con el que incluso nos parece que imita nuestra entonación al hablar. De buenas a primeras se bajó del sofá y dejó de llorar: vimos que había otro charquito en medio del salón.

    Cuando está con la barriga mala y no puede aguantar, él nos lo dice. Su forma de decirlo es sentarse junto a la puerta de salida del piso y empezar con su “llanto". Entonces lo bajo rápidamente para que no ensucie la casa.
    Si le sucede algo de esto yo no lo castigo ni le riño. El sabe perfectamente que sus necesidades debe hacerlas en la calle y no en casa. Si lo hace mal es porque no puede aguantar. Pipo está enfermo, y tiene trece años. Por eso le suceden estas cosas.

    La última vez que lo llevamos al veterinario, tuvimos que esperar bastante en la sala de espera. Escuchamos dentro de la consulta dos o tres ladridos lastimeros y al poco rato salió una pareja de sesenta y tantos años: la mujer lloraba. Nos tocaba entrar a nosotros pero antes de que lo hiciéramos, la ayudante se llevó disimuladamente un saco pesado a otra estancia. Habían sacrificado al perro que iba antes que el nuestro.

    A Pipo le tomaron la tensión, le hicieron radiografías, ecografía, ecocardiograma, análisis de sangre y de orina, lo auscultaron: tenía insuficiencia renal, inflamación en el hígado e intestinos, la tensión alta y un soplo en el corazón. Le mandaron un tratamiento de cuatro medicamentos y una dieta y, la verdad, le va muy bien. Ha adelgazado y está mucho más ágil: ha rejuvenecido.

    No quiero ni pensar que un día tenga que llevar a Pipo al veterinario para sacrificarlo. Me horroriza y me da muchísima pena. No sé si seré capaz de decidir quitarle la vida para que deje de sufrir.  Es uno más; no entiende de especies distintas. Para él somos todos iguales (también para mí); nosotros somos su familia. No podría dejarlo morir solo entre extraños. Tendría que acompañarlo, acariciarlo y mirarle a los ojos mientras que le ponen la inyección. Y contemplar cómo su alma (su ánima) se va.

    Es muy triste, lo sé, pero me ha dado y me sigue dando tanto, me ha hecho mejorar tanto como persona, que no me arrepiento de haberle adoptado. Eso sí, no me siento capaz de tener otro perro.

Algeciras, 2 de junio de 2023

© José Manuel Cumplido Galván

viernes, 14 de abril de 2023

Entretente

     Tenéis un conocimiento muy limitado de la realidad. Es cierto que, gracias a la Ciencia, ese conocimiento es cada vez mayor pero sigue siendo, aún hoy, ínfimo. A pesar de ello, es el único soporte que tenéis para sobrevivir. Lo que conocéis de la Naturaleza permite que os adaptéis a ella y, sobre todo, que la cambiéis para hacer posible vuestra supervivencia. Lo que sabéis de vosotros mismos os ayuda a caminar por el mundo.

    Por ello habéis necesitado ayuda para encontrar el camino o, al menos, un camino. Las religiones, por ejemplo, han salvado vuestra desorientación y os han indicado hacia dónde ir y cómo comportaros.

    Es fundamental la actitud que tomes ante la realidad: tienes que conocerla (en la medida que se puede hoy conocer), no negarla, no engañarte. Después, tu actitud ante la vida te hará aceptarla o no. Puedes ser conformista y resignarte, o rebelde y luchar para cambiarla, para mejorarla. 

    Pero el conocimiento de la naturaleza, de tí mismo, de la vida,  te es insoportable. Lleva consigo muchísima dureza, muchísima crudeza: ahora sabes que eres un ser vivo y, como tal, morirás. Es muy duro saberlo y aceptarlo. De nuevo entra en escena la religión para ilusionarte, para ocultarte la realidad y prometerte otra vida después de la muerte. Esa idea te reconforta.

    Cuando dejas de creer en hechos sobrenaturales, ¿qué te queda para hacerte soportable tu existencia?: el entretenimiento.

    Ese es el origen de todo el arte, y de todo el espectáculo: el cine, el teatro, el circo romano y el moderno, el fútbol y otros deportes, la literatura, la música, la pintura... Todo para distraeros, para permitiros vivir.

     Conoce la realidad, no te engañes. Abrázala, quiérela pero, no te olvides, de vez en cuando ¡entretente!

Cádiz, 13 de abril de 2023

© José Manuel Cumplido Galván