No soy creyente. Pero entiendo que el hombre, tras la muerte de Dios, se ha endiosado a sí mismo, se ha creído muy importante, muy poderoso.
No hay nadie arriba que te ordene, no hay nada en el mundo que no entiendas, tu inteligencia es la medida del mundo y de las cosas.
Las conquistas científicas, médicas, tecnológicas, nos han llenado de orgullo y de vanidad.
Necesitamos una cura de humildad, que nos haga ver que no lo sabemos todo, que el mundo y la vida van mucho más allá que nuestro intelecto. Que aunque no exista Dios, existen fuerzas y poderes en el Universo que nos ordenan, que nos empujan, aun sin comprenderlos. No existe Dios, pero en su lugar, nos domina el Universo, la vida, la pertenencia a la humanidad. Somos seres vivos y como tales respiramos el mismo oxígeno, nos alimentamos de la misma tierra y de la misma luz. Estamos atados al suelo por la misma fuerza de gravedad. Todos descendemos de la misma bacteria, por tanto, todos estamos emparentados.
Tenemos que reconocer que, a pesar de nuestra inteligencia, valentía, creatividad, no somos todopoderosos, ni omniscientes; y que somos frágiles, vulnerables.
Dios no existe, pero nosotros tenemos que ser y comportarnos como si existiera: conociendo y reconociendo nuestras limitaciones.
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Jesús de Nazaret no era Dios, pero era un hombre extraordinario. No fundó ninguna religión ni ninguna iglesia porque toda iglesia excluye a los que no pertenecen a la misma y Jesús era profundamente inclusivo. Su enseñanza era tan potente, que aún no hemos sabido ponerla en práctica al completo. No creía en un Dios que nos juzga, que nos castiga. En un Dios vengativo. Afirmó que ellos, los judíos, no eran el pueblo elegido por dios, sino que todos los hombres éramos iguales. Por ello predicó el amor al prójimo, el amor a los desconocidos, fueran de la nación que fueran o de la raza que fueran. El amor más allá de nuestros familiares, de nuestra tribu, de nuestra nación, de nuestra raza. Superar nuestra cotidianidad e ir más allá. El más allá está aquí en la Tierra.
Cádiz, 17 de noviembre de 2.024
© José Manuel Cumplido Galván
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