Caballos muertos en las cunetas. ¡Alá los proteja! Perros sin amo tumbados a la sombra para soportar el calor inmisericorde: septiembre en el Nilo egipcio.
Estrépito de calesas, que compiten por llegar primeras, no para pisar un pódium , sino para poder coger otro servicio de vuelta. Broncas monumentales entre los caleseros que fustigan las patas traseras de los escuálidos caballos. Tienen heridas en las ancas producidas por las retrancas: unas encallecidas, otras en carne viva.
Les hacen correr hasta reventar.
Casas sin terminar, ladrillos sin enfoscar, con aire acondicionado y parabólicas. Están habitadas pero no las concluyen para no pagar impuestos. Ellos no ven que se inviertan en el bien común de la gente. Callejones terrizos en El Cairo, orillados de basura: el alimento de los perros.
Niñas y niños, de apenas 6 ó 7 años, trabajan como expertos grumetes en las falucas, o venden abalorios (“no agobio, no estrés, solo mirar…”); te piden bolígrafos y caramelos; reparten entre los miembros de la familia las manzanas del hotel salvadas de la basura.
Mujeres con la cabeza y cara tapadas, relegadas a hacer de asistentas del marido en la casa.
Y sí, también es verdad: Guiza, Karnak , Luxor, Abu Simbel…
Cádiz, 26 de diciembre de 2022
Ya te echaba de menos mi escritor favorito, tus experiencias en Egipto, claro está.
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