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jueves, 31 de marzo de 2022

Pecado mortal

 Acabo de llegar a casa y me he sentado a escribir. Vuelvo de celebrar mi Santo en un restaurante próximo al cabo de Roche, con mi esposa y mi hijo menor.

Ahora no está de moda. Se prefiere el cumpleaños.  No soy creyente pero me gusta festejar el día del año asignado a mi nombre. Es un nombre propio, mío. No es un nombre común como "hombre", "mujer" o "gente". Se refiere a mí solo, me distingue de los demás. Se ha hecho carne en mi. Por otro lado, los Santos existen. Van por la calle como los demás. Te los cruzas a cada paso. Son personas inmensamente inteligentes y por tanto, inmensamente buenos. No es necesario que ninguna iglesia los canonice.

En el restaurante, pedí cerveza, rioja y un completo: chorizos, filetes, huevos y un montón de patatas fritas. Me hizo recordar mis tardes de paseo durante el servicio militar en el Centro de Instrucción de Marinería de San Fernando, donde ese milagro gastronómico nos rescataba de los sabores y los olores del comedor del cuartel. Estuve viendo todo el tiempo, con suma tristeza, cómo los camareros retiraban platos y más platos de patatas fritas de las guarniciones, que la gente había dejado, para tirar a la basura.

Mientras escribo, en la tele están poniendo una noticia en la que se ve una cola interminable de ucranianos que huyen de la guerra y pasan la frontera de Polonia. Vienen hambrientos y sedientos. No tienen qué llevarse a la boca. La mayoría son mujeres y niños, vienen bien vestidos, bien abrigados, cargados de sus bolsas y maletas.  Han organizado unas zonas donde están repartiendo comida y agua, que han llegado gracias a la solidaridad humana. Buscan entre las bolsas y cajas lo que necesitan, y sonríen a la cámara mientras se encaminan a tomar un autobús que han fletado algunos santos voluntarios para llevarlos a Cracovia.

Ahora ponen otra noticia. Ganaderos que no pueden producir debido a la subida del precio de los piensos, de los combustibles, de los transportes. Están tirando la leche de los enormes bidones de acero inoxidable al suelo; no les interesa comercializarla.

Voy a dejar de escribir, a levantarme y a apagar el televisor. Ya está bien por hoy. Mañana será otra vida.

29 de marzo del 2022

© José Manuel Cumplido Galván

viernes, 18 de marzo de 2022

Poemas contra misiles

     Me gustaría  pensar que lo que escribo sirve para algo. Que es un arma útil contra la guerra.

    Pero enfrente tenemos los bombardeos, los tanques, la violencia, la destrucción. La oligarquía económica con su corte de técnicos a su servicio. La obediencia ciega dentro de las jerarquías políticas, donde no existe el diálogo ni la razón. Los medios de comunicación, que manipulan los cerebros e introducen en ellos el pensamiento que conviene al poder. Sofisticados y eficientes aparatos de propaganda diseñados para ejercer el control de masas, imprescindible para mantener un mundo donde una minoría privilegiada vive en el lujo, a costa del trabajo de una mayoría empobrecida. Me gustaría pensar que tenemos opciones de vencer, pero la batalla es desigual: misiles contra poemas.

    Hablamos con palabras de otros. Pensamos con ideas de otros. Decimos lo que ya está dicho: tenemos que inventar palabras nuevas, pero el verbo tarda siglos en hacerse carne.

    Mientras, solo escribo para expresar mi dolor y mi impotencia: escribir en nuestro mundo es llorar.

16 de marzo de 2022

©José Manuel Cumplido Galván

lunes, 7 de marzo de 2022

Otra vez la guerra

     Otra vez la barbarie.

    Niñas y niños que lloran y corren sin rumbo ni consuelo.

    Mujeres violadas por machos que invaden su tierra y su cuerpo: invasores que las odian.

    Estruendo de bombas que explotan próximas. Silbido de misiles que nos sobrevuelan, ejecutando una sinfonía de muerte.

    Cascotes que caen del techo y las paredes y me asfixian con polvo de cemento. Sonido de sirenas que urgen a ganar el refugio antiaéreo.

    No sale agua de los grifos y tengo hambre y frío. Intemperies en las madrugadas del febrero ucraniano.

    Huir de nuestra tierra junto a millones de compatriotas, sin saber dónde voy a acabar ni qué será de mi familia; dejando mi corazón atrás. 

    Mi hermano, mi amiga, mi hijo; mi vecina, mi compañero, mi perro:

¿por qué están muertos, heridos, mutilados?

    Otra vez el terror que me roba la vida. Asesinos parapetados en la impunidad que les proporciona el poder. Otra vez la guerra.


7 de marzo de 2022