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lunes, 8 de febrero de 2021

Amor vuestro de cada día

Te levantas el primero y abandonas, de puntillas, la tibia alcoba; cierras cada puerta tras de ti para que cualquier ruido inesperado no la despierte, aunque dejas una pequeña abertura; así tu diminuto perro, que duerme con vosotros, puede salir de la habitación y venir a buscar su galleta. Subes las persianas muy despacio: no quieres que el esquivo silencio se escape por las rendijas. 

Estás en la cocina, tu doméstico altar. Mientras te deleitas con tu sencillo desayuno vas preparando el de ella. Algunos días elaboras un almuerzo nutritivo, saludable y sabroso; evocas las plantas utilizadas, los animales sacrificados y el trabajo ingente de tantos para obtener vuestro alimento. Mondas y troceas su manzana, como ese paternal gorrión que regurgita las semillas que acaba de ingerir para alimentar a sus hambrientos polluelos en el nido.

Con una célula de cada uno concebís a los dos seres que más amáis en el mundo. 

¡Has aprendido tanto de ella! Su empatía, su tenacidad, su disposición para ayudar a los demás; su organización e higiene en casa; su administración de los bienes; su lucha por vuestros hijos: ahora eres un hombre mucho más completo, aunque te queda un amplio margen de mejora. Ella te ha perdonado las ofensas del pasado.

Tocas todo su cuerpo en un tierno masaje que alivia sus pertinaces dolores y cuando llegas a los pies, le obsequias la Paz, el bien más preciado: la colocas en el onírico regazo de Morfeo y, dulcemente, se duerme.

Compartís el lecho y el placentero calor de vuestros cuerpos. Habéis ahuyentado la soledad; os sentís acompañados.

@ José Manuel Cumplido Galván

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