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jueves, 27 de agosto de 2020

Pipo

 Quedaste en la parada del autobús y allí te lo trajeron. También traían a su madre, para convenceros de que no crecería. Cabía en tu mano. Temblaba muerto de miedo. Era una mercancía. Tú lo compraste:    300 €. Lo separaban de su madre y lo vendían.

Estás dolorosamente arrepentido de aquello. Pero ya es tarde. Ahora es de tu familia. Es tu hermano. ¡Tiene tanto en común contigo! Su ADN es casi idéntico al tuyo. 

No es una roca de granito, ni una llama. No es NO2. No es un jazmín, ni un mosquito. Es más cercano. Le entiendes . Ha aprendido a pedirte  lo que quiere y lo hace de forma callada. 

Tiene una paciencia infinita. Cada vez que volvéis a casa después del paseo, te espera quieto y en silencio todo el tiempo que necesites para acudir en su cuidado. Le limpias y desinfectas todo el cuerpo, le refriegas la cara con las toallitas húmedas. Le pones su pasta de dientes y le das un masaje en las encías. No rechista. Tú también eres paciente con él. 

Confía en ti. Sabe que no le abandonas. Sabe que vuelves. Sabe que no le pegas. Que no lo tirarás por la ventana. Por eso duerme relajado.  

Cuando vais de viaje y se alojáis en otro lugar, la cosa es distinta: si salís y lo dejáis en casa, es apoteósica la fiesta que os hace a vuestro regreso. No estaba seguro de que volveríais, de que no lo habíais abandonado.

Depende de ti para todo; para comer o beber. Sí. "Tú le proporcionas alimento y él te entrega su vida".

Y tiene ya 10 años.

© José Manuel Cumplido Galván

domingo, 23 de agosto de 2020

El pan nuestro.

No sólo de Pan vive el hombre. 

La Tierra y la Luz se hacen Trigo, para elaborar, con el trabajo de muchos, tu pan de cada día. Ese día que viene y se va una y otra vez con la luz del sol, al ritmo marcado por el fecundo rotar de la Tierra sobre su eje. Los gorriones lo saben bien. El día siempre es el mismo. Por qué no llamarlo Domingo, o día del Universo.

Para vivir necesitas el aire, la luz y el calor del sol. La gravedad, la rotación de la Tierra; el giro de la Vía Láctea alrededor del agujero negro supermásico que hay en su centro. Todo esto te viene dado, pero tú tienes que procurarte abrigo y cobijo; y el alimento, con el que incorporas la Tierra a tu cuerpo.

El sexo te viene impuesto por la Naturaleza. La especie quiere perpetuarse y utiliza ese instrumento. 

La Tierra y la Luz se hacen Olivo para, tras mucho trabajo,  obtener tu aceite en una Almazara. Pan y aceite para alimentarte y sentir el íntimo y hondo placer de las cosas sencillas. 

Ya no te gusta ir a una cafetería y pedir un café con leche semidesnatada, templada, con más café que leche, con azúcar moreno. Y media tostada de abajo, no muy hecha, con aceite de oliva virgen extra, miel de romero de la Alcarria y canela Ceylán. Has olvidado tu afán de distinción, de destacar, de ser "libre" y "único". Lo que te parecía "libertad de elegir",  era en realidad consumo de las cosas que necesitaban venderte los fabricantes. Ya no necesitas alimentar tu Ego.

La Cocina es tu Altar. Allí gozas cada día preparando el alimento para tu familia. Ese alimento es sagrado. Procede de seres vivos, salvo la sal y el agua (tu bebida favorita: tu agua bendita). Por eso no tiras nada. Rebañas el plato con un migajón, te comes hasta el último grano de arroz. Tirar comida es un sacrilegio. Es pecado mortal. Comprendes a aquellos que bendicen la mesa antes de comer.

Pero también necesitas la Paz. La Paz vuestra de cada día. La Paz del cielo:

Estás al Aire libre, bajo las copas de los árboles, que te brindan su benéfica y dulce sombra para que tú la disfrutes. O a orillas del mar, respirando ese aire limpio, fresco y salobre. La Paz es el bien supremo. Es tu respirar profundo.

Aunque, no sólo de Paz vive el hombre.

© José Manuel Cumplido Galván

miércoles, 5 de agosto de 2020

Consuelo

Llegas a la notaría y te diriges a una oficiala para que te ayude a resolver unos problemas con el testamento de tu amadísima esposa. El inmenso dolor que sientes hace que esas dificultades te ahoguen. Necesitas atención; necesitas calor, y consuelo.

Pero ella no se hace cargo de que estás destrozado. No te comprende. No se pone en tu lugar. Te atiende con suma frialdad y desinterés. No es digna de desempeñar un empleo en que es necesario un mínimo de sensibilidad, para decirte que no sufras más, que tu esposa te acompaña. Cualquier trabajo debería estar basado en la empatía.

Seguramente es una de esas personas que no tiene criterio propio. No piensa por sí misma. Le es más cómodo dejarse manipular. Para entender a otro es necesario pensar.

Durante tu regreso, oyes conversaciones por la calle en las que no quieres participar. Hablan de que Inglaterra aconseja no viajar a España. O de que el paro ha crecido muchísimo durante el confinamiento. O de que el sector turístico ha sufrido enormes pérdidas. Hablan en suma, de las noticias que ha repetido la televisión en el almuerzo y en la cena. Ellos están convencidos de que eligen libremente los temas sobre los que dialogan pero, en realidad, son teledirigidos por grandes empresarios turísticos.

Sin embargo, tú quieres pensar por ti mismo. Quieres expresar ideas propias. Sólo de esta forma puedes entender  a los demás. "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Compréndelo. Ponte en su lugar. Tenías una amiga que vivía así.

Tu mujer sigue contigo en la colosal travesía de un diminuto Paraíso llamado Tierra por el Universo. Su materia se desplaza a la misma velocidad que tú y en la misma dirección. Su recuerdo vive en tu memoria. También el de tu madre y tu padre. Las células de que estás compuesto son casi idénticas a las suyas.

Ellos no pertenecen al pasado. Existen ahora de otra forma. Están ahí. Son parte de la Tierra igual que tú. Y vienen de viaje junto a ti. Tu hermana también viene. 

Y Consuelo.

©José Manuel Cumplido Galván