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domingo, 28 de julio de 2024

En tierra extraña

    Acabo de leer un libro de Manuel Vicent que se titula “Retrato de una mujer moderna”

    La primera escena cuenta cómo una joven española, segura, confiada, resuelta, anda por las calles de Manhattan el día de Nochebuena y se encamina a una farmacia para que le vendan, previa receta pagada a precio de oro, en plena ley seca, una botella de vino español. Ha invitado a cenar, en una noche tan familiar, tan emotiva, tan íntima, a unos cuantos compatriotas que ha conocido y que viven también en Nueva York.

    La chica es Concha Piquer y la escena está contenida en la letra de una copla suya titulada “En tierra extraña “ compuesta por el Maestro Penella.

    He sentido curiosidad y he querido escuchar la canción.    

    Me he ido a Spotify y la he seleccionado.


“El vino de nuestra tierra

Bebimos en tierra extraña

Qué bien que sabe ese vino

Cuando se bebe lejos de España"


    La genialidad de Manuel Penella al incorporar en la última estrofa de la canción la gloriosa melodía de un pasodoble bastante más antiguo compuesto en 1.902 por el maestro Antonio Álvarez Alonso, “Suspiros de España”, como voz cantante y la hermosa voz de Concha Piquer haciéndole un delicado contrapunto, junto con la belleza de la letra, me ha emocionado, lo confieso. Y se me ha saltado también a mí una lágrima que ha rodado por mi mejilla derecha, a mí que nunca lloro. La nostalgia de estar lejos de tu tierra y de tu gente, de tu lengua, te llega hasta el tuétano. He pensado en mi hijo mayor, que lo tengo en el norte de Alemania y que lleva Cádiz en su corazón.

    Pienso también en mi madre. Yo conozco las coplas de Concha Piquer de escuchárselas cantar a ella. Decía que era la mejor. La escuchaba en la vieja radio de casa y sabía de memoria todas las letras, y las cantaba mientras cocinaba, o lavaba la ropa o la tendía en la azotea. Afinaba mucho la melodía y yo creo que hasta imitaba su inigualable voz.

    Que me perdonen mis coetáneos, pero confieso que me gusta mucho y me emociona.

    En mi juventud no podía gustarte esa música anticuada . Es más, la despreciabas. Te tenía que gustar, y realmente me gustaba, la música moderna, la música en inglés que estaba de moda. No entendías la letra pero decían que ese idioma poseía mucha musicalidad: los Beatles, Pink Floyd, Dire Straits. Lo escuchabas en estéreo en un equipo de música con su plato, su pletina, su amplificador, su ecualizador y sus columnas. No como mi madre escuchaba a la Piquer, en mono y por la radio. Concha Piquer era la reina de la radio en español.

    Sí, está música me ha hecho viajar en el espacio y en el tiempo, para reunirnos en un encuentro felicísimo mi hijo mi madre y yo, en un dulce lugar de belleza y ausencia. 

    Y la melodía me viene a la cabeza una y otra vez, y otra vez: esta melodía poderosa se ha apoderado de mí.


Cádiz, 22 de noviembre de 2024


@ José Manuel Cumplido Galván

Luces (Microrelato)


    Nuestro alumbramiento fue prematuro y sólo yo sobreviví. Recuerdo aún la primera sensación luminosa: una luz blanca a intensísima que me cegaba. Nos metieron en la incubadora, pero los doctores olvidaron ponerme la protección ocular, así que el oxígeno quemó mis ojos. No conocí el color ni la forma: pasé del blanco al negro, de la luz deslumbrante a la oscuridad absoluta.

    Sé que antes de ese trueno que ruge y retumba dentro de mi pecho, llega un relámpago blanco que preludia la tormenta. Pero para mi no hay aviso, todo es súbito.

   Igual ocurre en el hospital donde me encuentro: primero el fogonazo lejano que yo no percibo, después un zumbido criminal que atraviese el cielo, y por último una gran explosión que llena todo de polvo y chillidos, de olor a pólvora, a sangre y a carne quemada. Soy el último en enterarse de lo que se nos viene encima.

    Niñas, mujeres, enfermos, nadie escapa al odio del genocida.

    Y yo, en mi ceguera, ajeno a la luz, a ese puntito rojo que anuncia una bala, soy un blanco perfecto para los francotiradores que ponen el hospital en su punto de mira.

    ¡Que Alá me proteja!

Cádiz, 28 de julio de 2024


© José Manuel Cumplido Galván

Hágase la luz


 

A María Jesús Rodríguez Barberá

 

El alumbramiento mío y de mi hermano fue prematuro. Él no consiguió sobrevivir. Yo recuerdo aún la primera sensación luminosa: una luz blanca a intensísima que me cegaba. Me metieron en la incubadora, pero a los doctores se les olvidó ponerme la protección ocular, así que el oxígeno quemó mis ojos. No conocí el color ni la forma: pasé del blanco al negro, de la luz deslumbrante a la oscuridad absoluta.

Me han dicho que antes de ese trueno que ruge y retumba dentro de mi pecho, asustándome y sobrecogiéndome, llega un relámpago blanco que preludia la tormenta. Para mi no hay aviso, todo es súbito.

Igual ocurre aquí en el hospital donde me encuentro: primero el fogonazo blanco y lejano que yo no percibo, después llega un zumbido criminal que atraviese el cielo, y por último una gran explosión que llena todo de polvo y chillidos, de olor a pólvora, a sangre y a carne quemada. Yo soy el último en enterarse de lo que se nos viene encima.

Niñas, mujeres, enfermos, nadie escapa al odio del genocida. 

Y yo, en mi ceguera, ajeno a la luz, a ese puntito rojo que anuncia una bala, soy un blanco perfecto para los francotiradores que ponen el hospital en su punto de mira.

¡Que Alá me proteja!

 

Cádiz, 15 de diciembre de 2023

 

© José Manuel Cumplido Galván