"... no hallar fuera del bien centro y reposo, mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso;..." (1)
Lorca era una niña preciosa; su cara te tenía enamorado. No sabrías decir si eran sus ojos, sus labios, su nariz o sus mejillas. No pensabas en sus senos incipientes ni en su pubis lampiño. Seguramente te fascinaban su voz, su sonrisa o la translúcida delgadez de sus brazos.
Fue tu primer amor. Ibas a misa los domingos a la capilla del colegio religioso sólo para verla. Tu timidez te impedía hablarle. Ella acudía con la madre de Yódog, un compañero de clase del que era vecina.
No te atreviste a quedar con ella a solas. Salías solo a pasear y la llamabas "telepáticamente" con la esperanza de encontrártela pero, ¡claro!, nunca aparecía; ¡era absurdo!. Preguntaste por su domicilio a Yódog; te ibas a andar por su barrio una y otra vez, pero nada, no la veías. Después supiste que sus padres tenían una churrería junto al mercado. Pasabas por allí de vez en cuando sin suerte; ella nunca estaba.
Así que una semana más había que esperar el domingo e ir a misa a la capilla del colegio "de curas". No le ibas a hablar; no la ibas a citar pero, al menos, contemplarías, gozoso y excitado, su pequeña belleza.
¡Lorca! ¿Dónde te encuentras ahora?. ¡Quiero verte!. Ven a la Basílica de la Macarena; estaré esperándote junto al arco y la muralla.
(1) Lope de Vega (1562-1635). Soneto "Desmayarse, atreverse, estar furioso".
© José Manuel Cumplido Galván
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