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domingo, 7 de marzo de 2021

Palabras que matan

Sé que sientes atracción por los hombres y que practicas la sodomía. Te insultan disparando contra tu intelecto la palabra "maricón", como saeta que se clava en lo más hondo. Así se convencen de que eres menos que ellos. Tendrías que esconder tu "condición", pero yo te digo que no valgo más que tú. Distingo entre sexo de nacimiento, identidad de género y orientación sexual;  tu pecado mortal es que desperdicias tu limitada energía en goces carnales en lugar de emplearla en reproducción; es un despilfarro intolerable.

Comercias con tu cuerpo. Entregas sexo a cambio de dinero, pero hay "señoras decentes" que lo hacen para obtener posición social y estabilidad económica. Yo sé que estás estigmatizada por tu promiscuidad, no por tu comercio, y quieren que interiorices que no eres nada. Estarían dispuestos a apedrearte por "puta", en un soberbio ejercicio de hipocresía.  Pero te digo que no valgo más que tú. 

Si han escrito en la puerta de tu casa "jüdisch", huye con toda tu familia y escóndete en el agujero más recóndito que encuentres. Acudirán muy pronto para asesinaros. Vuestra persecución obedece a motivos económicos: mano de obra esclava para que las grandes industrias multipliquen sus beneficios. Aunque ellos argumentan que vuestra raza es inferior  "por naturaleza" y, por tanto, existís para servir a los "arios", y para ser utilizados como cobayas en inhumanos experimentos "científicos". Te digo que no valgo más que tú.

Negro, sudaca, pobre; extranjera, rumano, moro; cateto, novato, loca; vieja, niñato, sub-normal... palabras homicidas como dagas clavadas por la espalda, que condenan a muchos a no vivir.

Te desterraron por defender a tus compañeros en la empresa. Te arrinconaron en el archivo de la oficina para que no tuvieras contacto alguno ni con los demás empleados ni con los clientes. Te hicieron el vacío , como si no existieras. Era demasiado grave atentar contra sus privilegios. Te llamaban "sinvergüenza", "caradura", "zángano", porque tenías que ausentarte para cumplir tus obligaciones como delegado sindical: eficaz ponzoña para anularte, para matarte. El fondo siempre es el mismo: la torcida imposición de su norma:  ¡Normalidad o muerte!

Mañana te espera un día aciago. Tienes cita con el director de recursos humanos para tratar el conflicto creado en tu centro de trabajo (el veneno actúa inmisericorde). Sospechas que la intención es despedirte. Ahora que estás en la cama, acurrucado en posición fetal, con ese calor que envuelve tu cuerpo y te trae a la mente un dulce y ancestral "recuerdo", te vuelven sensaciones percibidas cuando te hallabas en el seno materno. Te tienta el deseo de que no vuelva a amanecer, pero no sucumbes: ¡quieres otro día!. 

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