"¿Para qué esa locura de incitar con las guerras negra muerte?". (1)
Te brindo una fórmula mágica para erradicar la guerra. Está compuesta de sencillas reglas que ponen en juego, no tu corazón, sino tu intelecto:
1º Confecciona una lista con tus palabras malditas, con esas palabras que matan. No basta con escribirlas en un papel; tienen que ser grabadas a fuego en tu tejido neuronal. Estará siempre inacabada e irás incorporando vocablos a lo largo de tu vida.
2º Cuando te oigas pronunciando alguna de ellas, tiene que saltar una alarma en tu cerebro que te ponga en guardia: ¿a quién estás menospreciando?.
3º Mira a esa "idiota", mira al "cateto", a esa "gentuza", al "negro". Mira al "pordiosero", mira a la "vieja", al "maricón", a la "guarra". Mira al "mongolo", al "niñato". Mira sus caras; mírales a los ojos.
4º Piensa en las personas que están tras ellas, ponte en su lugar en un justo ejercicio de empatía. Comprenderás sus motivaciones, sus necesidades, sus responsabilidades; el drama hiriente de ese "extranjero". Concluirás que es alguien exactamente igual que tú: amable, honrado, bueno, vulnerable...
5º Si oyes pronunciar a un familiar o a un amigo la voz "moro" o cualquier otra de la lista, ruégale con amor que no la utilice más. Invítalo a aplicar las reglas 1 a 4.
El lenguaje y la vida están íntimamente ligados. Conocer al otro es ese ejercicio intelectual cuyo objetivo es acabar con las palabras que desprecian: cuanto antes aparezcan en el diccionario con la aclaración "en desuso", antes acabará la guerra.
Sé que todo conflicto bélico obedece a bastardos intereses económicos de unos pocos, pero ya no encontrarán en la población el caldo de cultivo de la ignorancia, que es condición necesaria para que se produzca tal atrocidad.
El conocimiento del otro, traerá la Paz.
"Brilla en la paz la azada; pero las tristes armas del soldado yacen entre las sombras, y se velan de herrumbre." (1)
(1) Tibulo. "Elegías"
© José Manuel Cumplido Galván