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martes, 16 de marzo de 2021

Fórmula para la Paz

 "¿Para qué esa locura de incitar con las guerras negra muerte?". (1)

Te brindo una fórmula mágica para erradicar la guerra. Está compuesta de sencillas reglas que ponen en juego, no tu corazón, sino tu intelecto:

1º Confecciona una lista con tus palabras malditas, con esas palabras que matan. No basta con escribirlas en un papel; tienen que ser grabadas a fuego en tu tejido neuronal. Estará siempre inacabada e irás incorporando vocablos a lo largo de tu vida.

2º Cuando te oigas pronunciando alguna de ellas, tiene que saltar una alarma en tu cerebro que te ponga en guardia: ¿a quién estás menospreciando?.

3º Mira a esa "idiota", mira al "cateto", a esa "gentuza", al "negro". Mira al "pordiosero", mira a la "vieja", al "maricón", a la "guarra".  Mira al "mongolo", al "niñato". Mira sus caras; mírales a los ojos.

4º Piensa en las personas que están tras ellas, ponte en su lugar en un justo ejercicio de empatía. Comprenderás sus motivaciones, sus necesidades, sus responsabilidades; el drama hiriente de ese "extranjero". Concluirás que es alguien exactamente igual que tú: amable, honrado, bueno, vulnerable...

5º Si oyes pronunciar a un familiar o a un amigo la voz "moro" o cualquier otra de la lista, ruégale con amor que no la utilice más. Invítalo a aplicar las reglas 1 a 4.

El lenguaje y la vida están íntimamente ligados. Conocer al otro es ese ejercicio intelectual cuyo objetivo es acabar con las palabras que desprecian: cuanto antes aparezcan en el diccionario con la aclaración "en desuso", antes acabará la guerra. 

Sé que todo conflicto bélico obedece a bastardos intereses económicos  de unos pocos, pero ya no encontrarán en la población el caldo de cultivo de la ignorancia, que es condición necesaria para que se produzca tal atrocidad.

El conocimiento del otro, traerá la Paz.

"Brilla en la paz la azada; pero las tristes armas del soldado yacen entre las sombras, y se velan de herrumbre." (1)

(1) Tibulo. "Elegías"

© José Manuel Cumplido Galván

domingo, 7 de marzo de 2021

Palabras que matan

Sé que sientes atracción por los hombres y que practicas la sodomía. Te insultan disparando contra tu intelecto la palabra "maricón", como saeta que se clava en lo más hondo. Así se convencen de que eres menos que ellos. Tendrías que esconder tu "condición", pero yo te digo que no valgo más que tú. Distingo entre sexo de nacimiento, identidad de género y orientación sexual;  tu pecado mortal es que desperdicias tu limitada energía en goces carnales en lugar de emplearla en reproducción; es un despilfarro intolerable.

Comercias con tu cuerpo. Entregas sexo a cambio de dinero, pero hay "señoras decentes" que lo hacen para obtener posición social y estabilidad económica. Yo sé que estás estigmatizada por tu promiscuidad, no por tu comercio, y quieren que interiorices que no eres nada. Estarían dispuestos a apedrearte por "puta", en un soberbio ejercicio de hipocresía.  Pero te digo que no valgo más que tú. 

Si han escrito en la puerta de tu casa "jüdisch", huye con toda tu familia y escóndete en el agujero más recóndito que encuentres. Acudirán muy pronto para asesinaros. Vuestra persecución obedece a motivos económicos: mano de obra esclava para que las grandes industrias multipliquen sus beneficios. Aunque ellos argumentan que vuestra raza es inferior  "por naturaleza" y, por tanto, existís para servir a los "arios", y para ser utilizados como cobayas en inhumanos experimentos "científicos". Te digo que no valgo más que tú.

Negro, sudaca, pobre; extranjera, rumano, moro; cateto, novato, loca; vieja, niñato, sub-normal... palabras homicidas como dagas clavadas por la espalda, que condenan a muchos a no vivir.

Te desterraron por defender a tus compañeros en la empresa. Te arrinconaron en el archivo de la oficina para que no tuvieras contacto alguno ni con los demás empleados ni con los clientes. Te hicieron el vacío , como si no existieras. Era demasiado grave atentar contra sus privilegios. Te llamaban "sinvergüenza", "caradura", "zángano", porque tenías que ausentarte para cumplir tus obligaciones como delegado sindical: eficaz ponzoña para anularte, para matarte. El fondo siempre es el mismo: la torcida imposición de su norma:  ¡Normalidad o muerte!

Mañana te espera un día aciago. Tienes cita con el director de recursos humanos para tratar el conflicto creado en tu centro de trabajo (el veneno actúa inmisericorde). Sospechas que la intención es despedirte. Ahora que estás en la cama, acurrucado en posición fetal, con ese calor que envuelve tu cuerpo y te trae a la mente un dulce y ancestral "recuerdo", te vuelven sensaciones percibidas cuando te hallabas en el seno materno. Te tienta el deseo de que no vuelva a amanecer, pero no sucumbes: ¡quieres otro día!.