Estás en la playa. Te adentras en el mar y sumerges todo tu cuerpo en el agua. El frío penetra por tu piel y te invade hasta el tuétano. Sacas tu cabeza y llenas los pulmones de ese aire fresco, aromatizado por algas y salitre. ¡Tu aire bendito!. Es tu bautismo, tu renacer de cada día. El mundo te parece mejor ahora.
Eres agua en un 70 %. Tus ancestros proceden del fondo del océano. Es ahí donde más hondamente sientes que eres parte de la naturaleza.
Estás en clase con tus compañeros, todos niños. Acabáis de entrar y esperáis, con alegría, la llegada del Maestro. Cuando entra el hermano Manuel, os asustáis. Está llorando. Tiene los ojos hinchados. Un mar de lágrimas por su cara enrojecida. Vuestra zozobra se convierte en dolor cuando os da la noticia: uno de los alumnos de vuestro grupo, Luis de Lasalle, se ha ahogado en el río. Ha ido, feliz, a bañarse. Su cuerpo entero se ha sumergido en el agua y ha desaparecido. Conoces a su madre y has estado en su casa. ¿Quién puede imaginar tanta desdicha? Tenéis sólo diez años. El hermano Manuel no lo resiste. Tiene que abandonar la institución religiosa. No podría soportar otro golpe parecido.
Algunas veces bajas hasta la orilla del Guadalquivir a la altura de la Barqueta. Allí el cauce es inmenso. Ves el lejano margen de enfrente como un lugar enigmático, inhabitado, Mágico. Campos misteriosos e inaccesibles. No hay puentes ni embarcaderos. Ni barcas para cruzar tan colosal anchura. Hoy está ocupado por los edificios heredados de la Expo y por Isla Mágica. ¿Quién lo iba a decir? En cierta forma, lo sientes como una profanación de la virginidad del río.
Estudias en el colegio religioso tras un breve paso por una escuela Nacional, donde, por la mañana, se forma en el patio y se entona el "Cara al Sol" mientras se iza la bandera. "Vol verán ban derasvictoriooo osas" Los niños pierden el tiempo en clase. Es lo único que se hace allí. Uno de los maestros se dedica a reparar relojes durante su jornada laboral. Cuando va la inspección para evaluar el sistema educativo, os hacen un examen y escriben las repuestas en la pizarra para que las copiéis, con el beneplácito de los inspectores. Así que salen unos resultados excelentes. Allí estás olvidando todo lo que te enseña en casa tu Abuelo con paciencia de Santo. La decisión de tus padres de cambiarte de centro te ha salvado del analfabetismo al que el Régimen condena a los hijos del pueblo.
Con los curas se aprende mucho más. Aunque no olvidas a ese director de metro noventa, fuerte como un atleta, que a alguno de tus compañeros más revoltosos, como castigo por alguna travesura, le suelta tal bofetada que lo tira al suelo de espaldas. (Tú no tienes nada que temer: eres muy "bueno" y aplicado).
Ahora, de regreso a casa, relajado por el baño, eres un hombre nuevo. Tu cuerpo no pesa y caminas erguido sintiendo un inmenso placer en tus músculos en movimiento. Respiras profundamente, bebes ese aire purísimo. Vas pensando en tu compañero Luis, que quizá ha cruzado nadando a la otra Orilla.
"Agua eres".
© José Manuel Cumplido Galván
Dicen que el agua pasa, sigue adelante y no vuelve. A ti, sin embargo (y a nosotros contigo) nos ha llevado al pasado, al recuerdo. Nostálgico paseo para cada uno el suyo.
ResponderEliminar