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domingo, 19 de julio de 2020

Caín

Los seres vivos somos compañeros de viaje. Somos pasajeros, en una colosal travesía, de una nave llamada Madre Tierra, que circula sin tripulación.

¿Por qué suspiras cuando le das su premio a Pipo? Lo haces al sentir que ese perro diminuto pertenece a tu familia. Te entiende y le entiendes. Y goza con las cosas más sencillas, como saborear un trozo de pulmón de vaca desecado que le regalas. Tú le proporcionas alimento y él te entrega su vida.

Todo organismo vivo es tu hermano: tenéis un ascendiente común. Ese delicado Jazmín que te obsequia su sutil y finísima fragancia en las noches de verano. Esa repulsiva cucaracha que sorprendes en el cuarto de baño y que te ves obligado a matar. El Cordero lechal que sacrificaron en diciembre para vuestra cena de nochebuena.  El Toro que es martirizado y muerto gratuitamente en un ruedo, que lucha por su vida, y que algunas veces logra matar a su hermano torero. Matar es parte de la vida. Aunque todos somos hermanos, Abel mató a Caín.

Nuestros Primeros Padres fueron aquellas bacterias expulsadas del "Paraíso" de la materia inerte, que ni siente ni padece, al reino de la vida. Aparecieron quizá en los fondos oceánicos, dentro de las fuentes hidrotermales de las chimeneas negras. O quizá nacieran en las arenas de las playas radiactivas. 

La vida duele y mata. Pero también te brinda goces y alegría. Al morir, tu cuerpo regresa a formar parte de ese universo inerte al que pertenecía desde un Principio.

Polvo eres.

© José Manuel Cumplido Galván

viernes, 10 de julio de 2020

Carpe Diem

Sólo existen el día y la noche en su continuo sucederse. Fracciones más pequeñas sirven únicamente para dominar, para empujar, para esclavizar, para aumentar la productividad.

Horas, minutos, segundos, sólo son contabilidad perversa.

El día empieza una y otra vez. Viene y se va con la luz del Sol; una vez, otra vez, otra vez... según marca el rotar de la Tierra sobre su propio eje. Ese rotar inmerso en el movimiento colosal del Universo.

Tú, que realizas también esa fecunda travesía, comienzas a vivir cada mañana. La luz del Sol te da la vida.

No mires el reloj. Es una trampa. Cada vez que lo miras te encadenas, te pierdes, te atrapan, te controlan. Cada vez que lo miras te acercas algo más a la muerte:

"Morir es cuestión de tiempo. Vivir es lo contrario" (1)

El día de mañana no existe. No te preocupes por el futuro. No lo temas. Ocúpate hoy de lo que te interesa, de lo que te gusta, de lo que necesitas...

¡Era cierto!: cada día tiene su propio afán.

¡No temas ni al futuro ni a la muerte!

¡Carpe diem!

(1) Escrito por Jesús de Nazaret en maderas de tola blanca, durante su segunda semana en Beits Ids, según el libro de J.J. Benítez "Caballo de Troya 8. Jordán"

© José Manuel Cumplido Galván