Despiertas y todo es negro. Se agolpan en tu cabeza los problemas pendientes y ese peso te aplasta contra el suelo. Esas incertidumbres suceden en el futuro, que no existe. Es una falsedad que generas en tu cerebro para tratar de explicarte el mundo.
Necesitas producir endorfinas. Tomas agua con limón; desayunas, gozando de lo sencillo, café, pan y aceite. Eres bienaventurado porque tienes qué comer. No te avergüenza tener, aunque esté mal visto en vuestra cultura. Se bendice la escasez: "Bienaventurados los pobres..." No. Todos deberíais ser ricos. Bienaventurados todos, porque todos poseen la Tierra.
Sales a la calle, mueves tus músculos y tomas el sol. Paseas por la orilla del mar. Y ves todo de otra manera: ya no te abruma ninguna dificultad; te sientes bien. El alimento comienza a nutrir tus células, tus neuronas. Sabes que solo existe el ahora: "No temas ni al futuro ni a la muerte". La Esperanza es pensar que en el mañana todo va a terminar bien. Pero si el mañana no existe, ¿puedes tener Esperanza?. ¿Y Desesperanza?.
Volviendo a casa, has visto el atropello de una Paloma. Sonó un leve chasquido, y aquel automóvil dejó tras de sí, un amasijo de huesos, plumas, carne y sangre, aplastado contra el asfalto. El conductor no se percató. ¡Qué final tan sorprendente para su danza ritual de cortejo! ¡Qué brutal interrupción de su camino hacia el placer!. Otra paloma comenzó a describir un vuelo en círculo, cuyo centro era el cadáver del que fue su compañero. Después de trazar 8 ó 10 circunferencias, surcó velozmente el Cielo hacia el este, sin mirar atrás. Se alejó para siempre. Pasó página. ¡Quién pudo imaginar semejante tragedia!
No te preocupas de lo que pueda suceder mañana. Te ocupas del hoy. De saciar tus necesidades. De calmar tu sed. De gozar.
Bailas. Vuelas. Vives.
¡Despierta!.
© José Manuel Cumplido Galván